El concepto de vinos de autor se ha popularizado en los últimos años, aunque su esencia —la idea de que un vino puede ser una interpretación personal del enólogo— tiene raíces mucho más antiguas. A diferencia de los vinos que siguen estilos bien definidos por una región o denominación, un vino de autor nace de una intención creativa: una visión concreta sobre cómo debe expresarse el viñedo.
Cómo surgió la idea
Hasta finales del siglo XX, el vino estaba condicionado casi por completo por las normas del territorio: variedades permitidas, tiempos de crianza, métodos de elaboración… Todo estaba marcado. Si bien es cierto que el vino estaba condicionado por normas regionales, algunas bodegas ya producían vinos con características únicas dentro de esas normas. Con el tiempo, algunos enólogos comenzaron a experimentar. Quisieron volver a técnicas antiguas, explorar parcelas muy concretas o reinterpretar la tradición desde nuevas perspectivas.
De ese impulso creativo surgió lo que hoy llamamos vino de autor.
Qué caracteriza a un vino de autor (y por qué no siempre es fácil definirlo)
No existe una normativa oficial que determine qué es y qué no es un vino de autor. Aun así, suelen compartir ciertos elementos:
- Una visión personal que guía todo el proceso.
- Parcelas específicas que inspiran esa visión.
- Libertad técnica para usar una amplia gama de técnicas que varían según el enólogo y la bodega.
- Producciones ajustadas, derivadas del trabajo con viñedos muy concretos.
El principal inconveniente es que, al no estar regulado, cada bodega interpreta el concepto a su manera. Algunas lo utilizan para vinos experimentales, otras para homenajes familiares, otras para explorar la esencia de un pago concreto.
Cómo se interpreta en la práctica
En la práctica, un vino de autor nace cuando el enólogo decide ir un paso más allá de lo habitual. No se trata de seguir una receta distinta, sino de dejar que una idea, una emoción o una forma particular de entender el vino marque el camino. A veces esa inspiración surge durante una vendimia, otras de la evolución de una añada, de una reflexión sobre el estilo de la bodega o incluso de una conversación que cambia la perspectiva. Un vino de autor puede ser tanto innovador como tradicional, pero lo que lo distingue es el enfoque creativo y la visión única del enólogo
En muchas bodegas, ese impulso creativo se traduce en proyectos que exploran nuevas formas de elaborar, pequeñas variaciones en la fermentación o decisiones pensadas para captar un matiz concreto. Es el tipo de inquietud que ha dado vida a vinos como Pradorey Élite, un proyecto que no nace de un único factor, sino de una manera particular de observar el viñedo y de entender qué podría contar un vino si se le permite expresarse sin limitarlo a un estilo previo.
Pero los vinos de autor también pueden tener un origen más emocional. Algunas bodegas los conciben como un espacio para honrar ideas, valores o personas que han marcado su historia. En Pradorey, ese espíritu está presente en nuestro vino Adaro, creado como homenaje a Javier Cremades de Adaro, cuya visión inspiró una forma de mirar la finca y su potencial. En vinos así, la técnica y el paisaje se combinan con la idea del creador y/o enólogo que aporta profundidad al proyecto.
Estos ejemplos muestran que un vino de autor no responde a un único patrón. Puede nacer de una búsqueda, de una historia, de una intuición o de una memoria. Lo que tienen en común es que no se elaboran para encajar, sino para expresar algo que, de otro modo, quedaría sin contar. Algunos vinos de autor pueden estar dentro de las normas de una denominación de origen pero ser diferentes por la forma en que el creador y/o enólogo decide interpretarlas.
En pocas palabras
Los vinos de autor resultan especialmente atractivos porque aportan diversidad y originalidad. No buscan ajustarse a un estilo concreto, sino expresar una visión propia. Para el consumidor curioso, representan la oportunidad de descubrir la personalidad de un viñedo y de quien lo cultiva.
En síntesis, un vino de autor no es una categoría estricta, sino una forma de entender la elaboración: más libre, más personal y más narrativa. Un vino que cuenta la historia del territorio, pero también la de quien lo interpreta.

