
La fermentación del vino
¿Qué hace que el vino sea vino? Sencilla retórica: uvas y fermentación. Esta es el primer paso de la elaboración: el proceso por el cual el mosto se transforma en la bebida de graduación alcohólica que llena nuestra copa. Químicamente, lo que sucede es que la levadura y los azúcares del mosto reaccionan creando etanol, es decir, alcohol etílico más dióxido de carbono. Tipos de fermentación La fermentación que acabamos de describir es la alcohólica, etílica o primera fermentación, común a todos los mostos —tintos, blancos o rosados— y realizada habitualmente en depósitos de acero inoxidable (a veces también de cemento, arcilla o barricas), a temperatura controlada. Las levaduras se encargan de transformar el azúcar en alcohol, aportando en el proceso aroma, cuerpo y sabor, y eliminando los derivados del ácido tartárico que trae la uva, lo que contribuye a suavizar el vino. La segunda fermentación —que, como veremos enseguida, no todos los vinos requieren— es la llamada maloláctica, y es la responsable de la acción de las bacterias que transforman el ácido málico de las uvas en ácido láctico (el típico de las leches fermentadas). Característico de los tintos, este proceso es clave porque regula la acidez total del vino