Sí, lo sabemos: esto es como preguntarse cuál es el mejor plato de entre todos los que existen, la mejor canción jamás compuesta o la ciudad más bonita del planeta. Está claro que la elección siempre va a depender de nuestro gusto, y que este va a estar influenciado por factores más o menos volátiles: con qué estamos maridando el vino, en qué situación lo bebemos, nuestro estado de ánimo en ese momento, la compañía, el clima, el lugar… Posiblemente no haya una respuesta posible, pero mientras buscamos alguna luz podemos ponernos de acuerdo en ciertas cosas.
¿ES EL MEJOR VINO DEL MUNDO EL MÁS CARO?
Un buen sumiller será tajante en este punto: por supuesto que no. Tu vendedor de cabecera siempre te dará el soplo: “llévate este, vale la mitad, pero es de primera calidad”. Tu bodeguero de confianza también te dará una pista: “prueba este que me han traído”. Siempre se ha dicho que el mejor vino puede estar esperando en la botella más insospechada, y es verdad. Bien lo saben los jueces de Wine Spectator, Parker o Peñín, en cuyas listas anuales de bodegas, regiones y añadas de todo el mundo hay siempre un buen número de referencias cuyo precio no supera los 15 o 20 euros.
Dicho lo cual, no caigamos en el escepticismo: igual que a nadie le amarga un dulce, nadie en su sano juicio pasaría por alto la oportunidad de degustar un Romaneé Conti, un californiano Screaming Eagle Cabernet Sauvignon, un Château Mouton Rothchild del 45 —100 puntos Parker—, un bordelés como el Penfolds Block 42 del 2004 o un Petrus Pomerol. O un Dominio de Pingus, un L’Ermita del 93, un Teso La Monja 2008 o nuestro Pradorey Élite 2019 con sus 96 puntos Peñín por quedarnos con los de aquí. Pero no hagamos con trampa: te acabamos de mencionar algunos de los vinos más caros del mercado. Así cualquiera.
VALORES SEGUROS: LAS MARCAS DE VINO MÁS RECONOCIDAS DEL MUNDO
Entre los caprichos de dicho mercado y los criterios más objetivos está la historia, el saber hacer y el carisma de algunas de las bodegas más respetadas del mundo. Como Vega Sicilia —por empezar esta vez en nuestros pagos—, bodega fundada en 1864; Bodegas Torres, la marca que ha situado Álava en el mapa de cualquier wine lover del mundo – tan longevas son las viñas de Torres, familia que a lo largo de generaciones ha construido una sólida leyenda internacional. En la lejana Australia está Penfolds, casa productora del celebradísimo Grange (uno de los vinos más concentrados del planeta, según palabras del mismísimo Robert Parker), y en Nueva Zelanda Villa María, históricamente asociada a sus excelsos blancos secos y tintos. También en el nuevo mundo (en Chile) está la bodega Concha y Toro, con viñas en Argentina y Estados Unidos (territorio este último que nos lleva a hablar de Ridge, famosa por sus cabernets y zinfandels). Nuestra vecina Francia tiene muchos argumentos para recibir nuestra reverencia: M. Chapoutier, con sus vinos del Hermitage; E. Guigal, con su codiciado Côtes du Rhône; Dom Perignon, el champán más legendario del mundo…
EN BUSCA DEL VINO PERFECTO
Más allá de las marcas más distinguidas —aunque, obviamente asociadas a estas— la búsqueda del vino soñado podría hacerse a partir de las zonas más reconocidas por la riqueza de sus terruños y la idoneidad de su clima (mejor seco y árido, con escasas lluvias concentradas en el otoño y el invierno). En Francia, Burdeos o Alsacia (respectivamente para tintos o blancos); Toscana, Sicilia y Lombardía en Italia; California en Estados Unidos; Mendoza en Argentina… En España, Ribera del Duero, Rioja, Priorat, Jerez… No pecaremos de chauvinismo si decimos que ya se logran caldos excelentes en casi cualquier región de nuestro país.
Huelga decir que, sea cual sea y de donde sea, ese vino insuperable estará, con toda seguridad, determinado por la calidad de la uva (que más que probablemente será cabernet sauvignon, cariñena, tempranillo, garnacha, pinot noir, merlot, syrah, carménère o nebbiolo para tintos y albariño, chardonnay, moscatel y sauvignon blanc para blancos), y por la óptima aplicación de las técnicas de vinificación (higiene, cuidado no invasivo, uso de la gravedad para el transporte de la uva, el mosto y el vino, el debido uso de químicos, y máximo respeto al medio ambiente). Ahí no hay uno —el dios Baco lo sabe bien— sino muchos vinos compartiendo esa categoría de mejor del mundo.